Punta Arenas. 25 noviembre 2024. Chile es un país de cetáceos, alberga 43 de las 94 especies conocidas, de las cuales 26 habitan en la Patagonia. Pero este valioso ecosistema enfrenta una creciente amenaza: la superposición de la industria salmonera con el hábitat de estos mamíferos marinos.
En las últimas semanas, se ha informado sobre el hallazgo de tres cetáceos muertos en áreas protegidas de la Patagonia chilena, dos ballenas jorobadas y una sei, lo que derivó en acciones por parte de la sociedad civil: Greenpeace, en colaboración con la comunidad Kawésqar Grupos Familiares Nómadas del Mar y con el respaldo técnico de la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA), presentó dos querellas criminales para identificar y sancionar a quienes resulten responsables de estos hechos, en el caso de las ballenas jorobadas.
En este contexto, AIDA, junto con Greenpeace y ONG FIMA, encargaron el informe científico “Cetáceos y Salmonicultura: Desafíos para la protección de la biodiversidad marina en la Patagonia chilena”, con el objetivo de recopilar la información disponible y evidenciar los impactos de esta industria en estos animales, en la Patagonia chilena. Un avance de sus resultados ya está disponible, en el resumen ejecutivo publicado en la página web de AIDA, y los hallazgos son alarmantes: se identificaron riesgos graves, además de falta de datos, lo que dificulta entender la magnitud y consecuencias de las amenazas.
Algunos de los impactos más relevantes destacados en el resumen son lo siguientes:
Captura incidental de pequeños y grandes cetáceos en los centros de cultivo. Existen casos documentados de enmallamiento y muertes, aunque la falta de registros oficiales dificulta dimensionar la gravedad del problema.
Colisiones. El intenso tráfico marítimo en la Patagonia, vinculado en gran parte a la industria acuícola, representa otra amenaza significativa. Aunque en Chile no existen cifras oficiales al respecto, hay evidencia de muertes y lesiones graves resultantes de colisiones entre embarcaciones y cetáceos.
El ruido submarino. Esta contaminación, generada por los motores de las embarcaciones, afecta la salud y la conducta de los cetáceos, que dependen del sonido para comunicarse y orientarse.
“A estos se suman otros problemas de la industria, cuyos efectos sobre ballenas y delfines no han sido suficientemente estudiados, pero que debemos considerar mientras se generan los estudios pertinentes, como la fuga de salmónidos, que compiten con las especies nativas por los recursos alimenticios y posiblemente transmiten enfermedades que podría afectar sobre todo a los cetáceos más pequeños, por la reducción en la disponibilidad de presas que les sirven de alimento”, comenta Florencia Ortúzar, directora interina del Programa de Clima de AIDA.
“La contaminación por microplásticos en nuestros mares australes, originada en un 40% por los centros de cultivo de salmones, representa otra preocupación ambiental poco investigada respecto de su impacto en los cetáceos. Y el uso excesivo de antibióticos en la salmonicultura chilena, una de las tasas más altas del mundo, podría estar teniendo efectos indirectos negativos en los ecosistemas que son hábitat de estos mamíferos marinos”, agrega Dominique Charlin, especialista en biodiversidad y vocera de Greenpeace Andino.
Finalmente, uno de los impactos más significativos de la industria salmonera en los hábitats de la Patagonia chilena es la generación de hipoxia, anoxia y anaerobismo, debido al exceso de materia orgánica de los centros de cultivo, proveniente de las fecas de los salmones y de la comida no consumida que cae al lecho marino. La degradación de esta materia consume el oxígeno del agua, generando zonas en el mar donde la vida se dificulta o imposibilita.
“Esperamos que este informe contribuya a llenar el vacío de información que, ante las recientes muertes de ballenas, se ha vuelto una urgencia en un contexto donde la preservación de nuestra biodiversidad debería ser prioridad. Y con esta evidencia, podremos impulsar una respuesta del gobierno hacia la rápida implementación de medidas de protección efectivas para los cetáceos, mejorando el escenario de conocimiento limitado que existe hoy”, dice Ortúzar.