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La partida del nuncio Scapolo

Opinión

La partida del nuncio Scapolo

La partida del nuncio Scapolo

(Por Marcos Buvinic, sacerdote) En medio de la crisis de credibilidad que vivimos como Iglesia Católica, esta semana se anunció que el nuncio Ivo Scapolo -quien ha sido uno de los actores relevantes de esta crisis- dejaría el país, siendo trasladado a Portugal.

Para información de los lectores, un nuncio (en latín “nuntius”, quiere decir “mensajero”) es el representante diplomático del Vaticano, con rango de embajador ante los Estados y ante la Iglesia local.

Durante los 8 años que el nuncio Ivo Scapolo estuvo en Chile, desde 2011, ha sido cuestionado por diversos sectores de la Iglesia, tanto por sus palabras y actuaciones así como por sus silencios en relación a eventuales situaciones de encubrimiento de abusos, así como en su actuación en el nombramiento de Juan Barros como obispo de Osorno, su actitud poco empática y tramitadora con las víctimas de abusos, y por el tipo de información que hacía llegar al Papa acerca de la Iglesia en Chile. No hay que olvidar que luego de la visita papal a Chile y la bochornosa situación ocurrida en Iquique -cuando el Papa salió en defensa del obispo Barros- luego, el mismo Papa pidió disculpas por sus palabras y señaló que había sido mal informado, siendo el nuncio su principal informante.

Además de estas lamentables actuaciones del nuncio Scapolo, hay que tener presentes que una de las funciones de estos “mensajeros” es la elaboración de las ternas que se envían a Roma para el nombramiento de los obispos. Es decir, los obispos que tenemos en Chile son fruto de los nuncios que hemos tenido en el país. Así, a través del nombramiento de los obispos, los nuncios marcan la vida y la orientación de las Iglesias locales, en lugar que esos nombramientos emerjan de un discernimiento que tiene en cuenta el parecer de las diversas instancias de cada Iglesia local.

La partida del nuncio Scapolo es una buena ocasión para que en la Iglesia nos preguntemos acerca de las funciones y la necesidad de estos “mensajeros”. Porque, aunque no se ha señalado el nombre de su sucesor, lo más probable es que pronto llegue otro nuncio.

¿Acaso son necesarios estos “mensajeros? ¿El Papa necesita de estos intermediarios para comunicarse con una Iglesia local o con los obispos de un país? ¿Acaso no es la Conferencia Episcopal el principal interlocutor del Papa acerca de la vida de la Iglesia en un país? Además, hay que tener en cuenta que los nuncios no pertenecen a la estructura apostólica de la Iglesia, sino que son una creación por razones políticas de otras épocas y, ahora en una Iglesia que quiere ser un espacio de comunión y participación, ellos ejercen una función de control.

Es muy conocida la expresión del cardenal español Vicente Tarancón, quien fue uno de los hombres claves del Concilio Vaticano II y famoso por sus disputas con el dictador Franco, quien se lamentaba que muchos de sus colegas obispos españoles padecían de tortícolis por tanto mirar hacia Roma y hacia la nunciatura. Claro, mirando hacia Roma, o prestando atención a lo que diga o no diga el nuncio, es muy difícil mirar de verdad la vida del propio pueblo.

Entonces, la partida del nuncio Scapolo en medio de la actual crisis sistémica de nuestra Iglesia puede ser una ocasión para la renovación, para la tan necesaria “conversión pastoral” que el Papa Francisco tan insistentemente ha pedido a todos los católicos, una conversión pastoral en las personas y en las estructuras de la Iglesia, incluso diciendo: “también el papado y las estructuras centrales de la Iglesia universal necesitan escuchar el llamado a una conversión pastoral” (en La alegría del Evangelio, n° 32).

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